Vamos con otra de mis historias favoritas de todos los tiempos. La historia que definió al Joker como ninguna otra (con la posible excepción del descomunal trabajo que hicieron posteriormente Bermejo y Azzarello, aunque dándole otro perfil diferente). Escrita en 1988 por un Alan Moore en plena forma, es con la adición del Brian Bolland y sus geniales lápices con la que se crea la sinergia perfecta que deviene en uno de los clásicos inmortales del noveno arte. Una novela gráfica que no necesitó más de 48 páginas para erigir un tour de force entre el murciélago y el bromista de una profundidad sin igual, y que recibió los Premios Eisner a Mejor Novela Gráfica, Mejor Guionista y Mejor Dibujante en 1989.
Transcurriendo enteramente en el plano psicológico, La Broma Asesina traza en unas pocas páginas el retrato analítico de nuestros contendientes como nadie sino Moore podría hacer, llegando al corazón de una relación que en el fondo es simbiótica, aunque enfermiza y muchas veces surrealista. Narra además el origen de nuestro adorado villano, lo que nos hace comprender la tesis del Joker de que tan sólo hace falta un mal día para sumir a cualquier hombre sano en la más absoluta de las demencias. Dispuesto a demostrar tal sentencia, utiliza al comisario Gordon como conejillo de indias, sin importar los estragos que deja tras de sí, en este caso a una Barbara Gordon (anteriormente Batgirl) postrada para siempre en una silla de ruedas. Ante esto Batman, una vez más, no puede sino sentir impotencia ante una relación cuyo final es el único que un héroe como él no puede permitirse: Vamos a terminar matándonos, ¿verdad?. Comienza así una lucha entre el bien y el mal, pero una en la que el bien jamás podrá vencer porque el mal es demencia, caos desatado frente a rígidos preceptos morales.
El final, aunque discutido en su momento, me parece grandioso, certero en toda su hilarante simpleza, y la mejor definición que jamás se podría haber hecho del juego entre estos dos titanes del cómic. No lo revelaré por si alguien no lo ha leído, pero tan sólo diré que de ser Batman mi desesperación sería tal que probablemente dejaría escapar mi cordura entre carcajadas y me uniría finalmente a la causa del Joker. La única que no puede perder porque no tiene más objetivo que el desastre. Junto a Batman: El Regreso del Caballero Oscuro y Batman: Año Uno, las grandes obras maestras del enmascarado de Gotham.
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