En 2002 una serie irrumpió con fuerza revitalizadora en la línea Vértigo a cargo de un insultantemente joven norteamericano recién salido de la facultad, de nombre Brian K. Vaughan. Antes del éxito en Marvel Comics con sus Runaways y de forrarse como guionista de la serie Lost, nuestro geniecillo demostró su talento en un trabajo cuya premisa no podía ser más atrayente: un mundo en el que una misteriosa plaga acaba con todo bicho viviente que tenga el cromosoma Y en sus genes. Esto es, que en un abrir y cerrar de ojos todos los machos del reino animal se van a tomar por el culo, con la excepción de un adolescente aficionado al escapismo y su mono. Yorick, como así se llama nuestro protagonista, tiene que lidiar con una sociedad femenina que intenta sobreponerse a la hecatombe (la pérdida de la gran mayoría de ingenieros, técnicos, obreros especializados...) y que tiene para él toda una serie de planes (desde encadenarlo como macho reproductor a cargárselo) menos el que le mueve lo largo de la serie: ir a Australia a reunirse con su novia, que se encuentra allí como estudiante de intercambio. Para desarrollar tan curiosa historia Vaughan reclutó a la desconocida dibujante Pia Guerra, que a pesar de no ser un talento desbordante encajaba perfectamente en la serie con un estilo clásico y detallista. A lo largo de los 60 números que duraba la misma, Y, el último hombre consiguió una gran popularidad (no exenta de polémica) y se granjeó numerosos premios, entre ellos los Eisner a mejor serie y mejor guionista.