jueves, 23 de febrero de 2012

EXIT THROUGH THE GIFT SHOP de Banksy (2010)




Decía Oscar Wilde que el Arte es la cosa más seria de este mundo, mientras que el artista es la persona que nunca lo está. El misterioso y genial Banksy parece amoldarse perfectamente a esa máxima, combinando una de las obras más geniales e innovadoras de nuestro tiempo con un cinismo, sátira y capacidad de reirse de él mismo sorprendentes. A pesar de partir de una disciplina, el graffitti, considerada delictiva por las leyes y poco menos que un pasatiempo por los gurús del arte, el artista ha conseguido llegar a un estatus en el que se pelean encarnizadamente por una de sus piezas, llegándose a pagar por las mismas verdaderas fortunas en las más prestigiosas galerías de medio mundo. ¿Ironía? ¿Justicia poética? ¿Fagocitación por el sistema? Eso es lo que plantea en este documental el creador británico, escondido todavía en el anonimato, y que a través de un divertido y surrealista viaje al corazón del graffitti consigue elevar una reflexión sobre el arte que va mucho  más allá de disciplinas y tiene como blanco el gran circo en que ha devenido la industria artistíca, valga la redundancia. 



Estamos ante un documental engañoso, que se cubre de mil ropajes argumentales y cortinas de humo para llegar al fondo de la cuestión, pero que muestra una capacidad de dar en la diana e invitar a la reflexión como muy pocos han conseguido. Volviendo a citar al gran Oscar Wilde: "Dad una máscara al hombre y os dirá la verdad". Partiendo de un formato de falso documental, ETTGS se centra en las andanzas de un personaje obsesionado con grabar todo lo que ocurre a su alrededor (Thierry Guetta), un individuo que tiene mucho más de voyeur obsesivo que de artista (de lo que tiene muy poco). En un momento dado su obsesión da con el arte callejero, y comienza su peregrinar cámara en mano al lado de los más insignes artistas del ramo a nivel mundial, compartiendo sus pateadas kilométricas, su miedo a ser atrapados por la policía y la constante búsqueda de la transgresión. Y finalmente consigue su sueño de mirón digital, encontrarse con el gurú del graffitti, Banksy, momento en el que el documental muta y se transforma en otra cosa muy diferente, mayor, y más profuda.


Porque de un clásico trazo argumental basado en conocer a los diferentes artistas, sus motivaciones y vicisitudes, el paisaje se convierte en un maelstrom de reflexiones y discursos metalingüísticos. Rompiendo todas las normas y reglas preestablecidas, ETTGS se adentra en el corazón mismo del arte, de su definición y en el complicado discernimiento de lo que es o no es válido. Movido por la fiebre de grabar todo lo que acontece, a nuestro protagonista se le queda pequeña incluso la figura de Banksy, terminado él mismo por convertirse en toda una estrella inmersa en el fastuoso y superficial mundo de la industria artística. Es en ese momento en el que el documental se convierte en algo único, excepcional, postmodernismo puro y duro y, sobre todo, sin perder ni un ápice de mordiente ni diversión. Lejos de caer en un acto de estéril panfletismo, el trabajo de Banksy lanza numerosas preguntas al aire para que el espectador las rumie, las macere a través de su propio discernimiento y saque las conclusiones pertinentes. Se ha acusado al documental de tramposo en este sentido, por guiar la opinión del público hacia un lado de la barricada muy concreto, algo con lo que no estoy de acuerdo. Porque si algo es claro para el común de los mortales es que la industria no es más que un parqué bursátil camuflado de mecenazgo, una arena donde dar rienda sulta a la especulación monetaria pura y dura, y donde la prostitución del intelectual no es frenada ni por los principios (que no los hay) ni por el amor a lo que se hace (cuando uno no sabe qué es lo que hace y por qué es muy complicado). Por lo tanto decir que una reflexión es partidista por poner sobre el tapete las sombras de una de las argumentaciones no tiene ningún tipo de respaldo lógico. Siguiendo con el documental, y sin querer explayarme más, lo más interesante de su contenido, y que va muchísimo más allá de si te interesa el graffitti o no, es el ir al centro mismo del arte como disciplina y del artista como sujeto creador. 


La validez del arte por el arte, los estragos de la pasión desmedida, el mercantilismo, el ego, las motivaciones que subyacen al proceso creador, la superficialidad burguesa... Aspectos todos muy serios, como el arte, pero que como decía Wilde y firma Banksy, son presentados de la manera más divertida posible, sin perderle la sonrisa a este mundo loco y desalmado.



martes, 14 de febrero de 2012

lunes, 13 de febrero de 2012

LA REVANCHA DEL REPORTERO RADIOACTIVO de Craig Pryce (1989)



Cuando comencé la aventura de El Rincón Psicotrónico, pensé que Elforense me apreciaba, que utilizaría sus vastos conocimientos sobre el cine de terror y fantástico para iluminar mi anárquico vagar por el mundo del Séptimo Arte. Iluso de mi, ahora sé que su única intención es lobotomizarme. Algo sospeché con La Niebla Asesina y sus gatos de velcro, empecé a asustarme con Los Violadores y sus nazis en motos camperas, y ha llegado el momento de empezar a llorar. El título de la peli que traigo hoy ya tendría que haber hecho saltar las alarmas de mi cabeza, pero gilipollas como soy me lancé a su visionado con la inocencia de un zagal incauto...

Vuestro nuevo superhéroe!

viernes, 10 de febrero de 2012

martes, 7 de febrero de 2012

DOGTOWN AND Z-BOYS de Stacy Peralta (2001)



Vamos a darle hoy un poco a la nostalgia, al menos para aquellos que como un servidor decidimos un buen día pasar del balón de fútbol y subirnos a una tabla de skate. La edad no perdona, al igual que el miedo a unas lesiones que no son las mismas que cuando era un zagal hecho de goma, pero sigo recordando con emoción cuando me subía a mi tabla e intentaba imitar los trucos imposibles de mis ídolos. Hablo de gigantes como Stacy Peralta, Tony Alva o Jay Adams, sin los que sería imposible imaginarse el deporte como es hoy día. Muchos siguen defendiendo el skate más como una forma de vida que como un deporte, y sin llegar a tanto y teniendo que reconocer que hoy día ha caido presa de las modas y las grandes marcas, hay que reconocer también que en su momento uno no podía analizar el skateboarding separándolo de los movimientos contraculturales y musicales que explotaron en EEUU en la década de los 70. Y qué cojones, que cuando un servidor vuelve a subirse sobre su maltratada tabla (pocas veces ya...), la sensación de paz, júbilo y libertad que lo invade no lo sienten ni una legión de imitadores de Messi.